Lo
más concreto del descanso eterno es el cementerio.
Pues
allí reposan los sueños dormidos.
Allí
se adosa el cuerpo mudo envuelto en su mortaja de palabras quedas.
Allí
se descompone el tiempo en las vísceras.
Allí
la palabra halla su nombre.
Castillo
luminoso que emerge de entre las entrañas de la negra tierra.
Allí
el frío es más denso cuando traspasa las manos.
Sobre
los hombros reverdece la vida mientras cerrados permanecen los ojos.
La
boca no musita voz.
Con
la quijada rota paso a la otra hora,
porque
este cuerpo ya no me pertenece.
Con
mis miedos rotos vuelvo a nacer.
Hugo Oquendo-Torres
La noche tiene
labios subversivos
09 de Agosto 2013