De la risa de las
flores,
la lluvia en la
sabana desnuda,
la fragancia del
eucalipto y la canela,
tus manos tersas
sobre el sol preñado.
Del silencio la
locura,
la pasión,
el amor,
el desenfreno,
el deseo y la
esperanza, una mujer habitada de sí misma.
Tan suave como las
uvas en el regazo de tu seno,
como la flor de tu
vagina en la aurora de mi vientre.
Libres,
emancipadas,
resistiendo en la
historia,
mordiendo con sus
dientes las cadenas.
Ellas han renunciado
a la costilla de Adán,
han cortado el cordón
umbilical con el mismo pedernal
con que fue
circuncidado Abraham,
para nacer del polvo
y amasarse desde sus
entrañas.
Hugo Oquendo-Torres
Poética del cuerpo desnudo
08 de
Marzo, 2007