El eco
del silencio después de la lluvia se hace sonoro.
La selva
enmudece.
Una gota
de agua fresca cae sobre un estanque traslúcido.
Clic,
clic,
clic.
Los peces
revolotean sobre el cauce del río,
alimentándose
de los pequeños trozos de comida
que han caído
de los árboles.
El olor a
fruta madura
permea
los más austeros rincones
de la
selva húmeda.
De su
letargo
se
levantan pesadamente los animales salvajes.
La boa se
escurre entre la manigua,
una hembra
de jaguar sale de su madriguera,
la danta y
sus crías chapotean en el estanque esmeralda,
en tanto que
las nutrias reparan el dique.
el pájaro
tucán punza el silencio con su pico multicolor
una bandada
de guacamayos tricolor
surca el hilo
del horizonte
mientras
que el águila real
abre sus
alas sobre la copa de una gigantesca ceiba.
El frío
del barro se enreda entre la brisa del ocaso
y las
huellas de mis botas.
La
fragancia de pasto mojado se impregna en mi ropa.
Todo
huele a monte.
Hasta el
silencio del bosque
se cuela
en la fogata de mis huesos.
En la
distancia un sol naranja se pone
para
abrirle camino a los misterios de la selva nocturna.
El eco
del silencio después de la lluvia se hace sonoro,
la húmeda
selva enmudece.
Hugo Oquendo-Torres
Sombra de un verano
18 de Diciembre, 2010.