Juan
ama a Ricardo, yo les he visto sus sombras entrelazarse en un solo cuerpo bajo
la noche subversiva.
Una
sola fruta son sus besos.
Ana
María a la luz pública le roba un beso de mediodía a Marisol,
y
ella le corresponde con un abrazo de fuego.
Luego
la alza por su cintura y le da una vuelta al mundo besándole el lóbulo de su
oreja de aceituna.
Fernando
le frota levemente los senos a Miguel, que como cúpulas de catedral enjuician
el cielo.
Mientras
Rocío abre sus alas de mariposa bajo las bambalinas del firmamento, Héctor toca
las puertas del paraíso cuando le recorre los campos elíseos de su vientre transgénero.
Albeiro
le ha confesado su amor a Álvaro, pero éste ha preferido el infierno negándose
a sí mismo, porque ahora es víctima del prejuicio moral que se oculta entre las
sotanas de seda que decoran su closet.
La
cárcel de su ego.
El
silencio asesino doblemente moral de su yo.
Ellas,
ellos, aunque en los cánones hayan sido desterrados de sus cuerpos,
en
el prisma de los brazos abiertos de Jesús, él los ha recibido en el país de la
libertad.
En
el país del cuerpo abierto, no crucificado.
Porque
él fue herido por nuestras excitaciones, y por su cuerpo fuimos amado.
Hugo Oquendo-Torres
La noche tiene
labios subversivos
20 de Marzo, 2013