domingo, octubre 13, 2013

En el país de la libertad.


Juan ama a Ricardo, yo les he visto sus sombras entrelazarse en un solo cuerpo bajo la noche subversiva.
Una sola fruta son sus besos.
Ana María a la luz pública le roba un beso de mediodía a Marisol,
y ella le corresponde con un abrazo de fuego.
Luego la alza por su cintura y le da una vuelta al mundo besándole el lóbulo de su oreja de aceituna.
Fernando le frota levemente los senos a Miguel, que como cúpulas de catedral enjuician el cielo.
Mientras Rocío abre sus alas de mariposa bajo las bambalinas del firmamento, Héctor toca las puertas del paraíso cuando le recorre los campos elíseos de su vientre transgénero. 
Albeiro le ha confesado su amor a Álvaro, pero éste ha preferido el infierno negándose a sí mismo, porque ahora es víctima del prejuicio moral que se oculta entre las sotanas de seda que decoran su closet.
La cárcel de su ego.
El silencio asesino doblemente moral de su yo.
Ellas, ellos, aunque en los cánones hayan sido desterrados de sus cuerpos,
en el prisma de los brazos abiertos de Jesús, él los ha recibido en el país de la libertad.
En el país del cuerpo abierto, no crucificado.
Porque él fue herido por nuestras excitaciones, y por su cuerpo fuimos amado.








Hugo Oquendo-Torres
La noche tiene labios subversivos
20 de Marzo, 2013