Desde
la ventanilla dejo atrás los paisajes de mi memoria con olor a campo y a
campiñas escarlatas.
Cuezo
poemas de llovizna bajo el sol, a media tinta entre mi voz y la nostalgia rota
de esta guitarra que suena en el país de la libertad, del grito ahogado en la
garganta verde, donde la locura enceguece con su injusticia.
El
país de las almas habitadas por personas vacías que pasean sus perros de
juguete, mientras hay niños que mueren en el infierno de la soledad,
deambulando sin un abrazo en sus bolsillos.
Este
marzo promete no llevarse la tempestad.
Grandes
urbes con hospitales bancarios abiertos sólo para el que ha nacido con una
sonrisa dorada. Hasta en sus
blanquecinas habitaciones las rosas son rojas en sus pasillos de canela,
mientras para el negado todo hiede a cloro.
Se
discrimina a los seres que con su sangre cocinan la argamasa de los imperios.
Hoy
cargo en mi bolsillo la semilla de una triste canción como serenata para los
desahuciados de la historia.
Para
los del sur el rostro del sol se ve desde abajo a través de los espejos de agua
en las calles.
Hugo Oquendo-Torres
Sombra de un
verano
17 de Febrero, 2013