La
mayor pobreza del cristianismo es haber sido víctima en gran medida del
reduccionismo moralista, puesto que si bien él desde su inicio posee una ética
pluralizada que lo nutre, ella ha sido menospreciada; puesto que el componente
de la justicia, el amor, la inclusión, la ecología, la interculturalidad, la
koinonía, entre otros valores del Reino de Dios, han sido reemplazados por la
implacabilidad de la institución que a través de su fundamentalismo dogmático y
patriarcal erige la moral (doblemente moral) como un absoluto, la cual es más
criminal y asesina que Herodes y Hitler juntos, puesto que legitima la
pedofilia y la violencia contra la niñez, así como acepta la discriminación de
las personas. Una muestra de ello es que
lo diverso, lo raro, lo extraño, lo queer, el otro, lo han vuelto objeto de
condena. Como si las personas diversas
fueran seres abyectos. Y este factor
termina siendo el fundamento principal para la invención de los infiernos como
artefactos de control, muy similar a la función socializada de las
cárceles. Porque dentro de este marco de
pensamiento unívoco y monocromático, la aceptación de lo diverso no tiene
cabida en las prisiones grises de sus mentes.
Yo solamente frente a ello me pregunto una cosa ¿Quién está preso y
quién ya vive su propio infierno?
Cuando uno entra en conversación con
personas que dicen ser cristianas, y dentro de ese encuentro se aborda el tema
de la inclusión de la diversidad sexual, entonces suele ser interesante
escuchar sus posiciones acerca de dicho tema.
Algunos “mesurados” mencionan la palabra tolerancia, como si a los
sujetos hubiera que aceptarlos “pese a lo
que son” en vez de aceptarlos por lo
que son como personas. Unos más
atrevidos llegan a afirmar que se aceptan a la persona pero no su práctica
sexual, como si sexualidad y sujeto fueron dos entes separables. Otras más radicales se escandalizan de
inmediato, porque se les toca sus intereses religiosos, es decir sus ideologías
teológicas. Y estos que suelen
escandalizarse, los que hablan desde un literalismo selectivo de los textos
bíblicos, no platican de tolerancia sino de abominación, citando por lo general
de una forma parcial el texto de Levíticos 18: 22, afirmando con vehemencia y
demencia, dentro de su supuestos, que la abominación se reduce a que un hombre
se acueste con otro hombre como si fuera mujer, porque según ellos la relación
homoerótica no es un acto natural. Como
si el amor entre dos seres de la misma orientación sexual no fuera un acto puro
y natural de la vida.
A ellos se les olvida que si se habla de
abominación, de ese modo sesgado, también entonces habría que poner en el mismo
fardo el hecho de que no se honre a padre y madre, así como tampoco se atienda
a la viuda, al huérfano, al pobre y al extranjero (Dentro del contexto
colombiano al desplazado y en el ámbito latinoamericano al inmigrante), porque
la injusticia contra el vulnerable es abominación. Se evidencia en ello una visión miope de su
cristianismo, puesto que se juzga con severidad las prácticas “in-naturales e
inmorales” pero la expoliación, las injusticias sociales y la explotación
laboral no, como si ello fuera natural; pero lo contradictorio es que sí se acepta
ciegamente que gobiernos como el de EE.UU invadan a los países en
Latinoamérica, África y el Medio Oriente, y de la misma manera al gobierno de
Canadá que a través de sus empresas mineras contaminan la tierra. Esto es una señal de su doble moral que
produce asco y vergüenza. Nuevamente me
pregunto ¿Quién está preso y quién ya vive su propio infierno? En efecto creo que el más vulnerable siempre
será objeto de violencia de aquel que vive su propia fobia, porque la libertad
le pesa en su mano.
Es por
tanto la violencia que ejercen los fundamentalistas el producto de sus miedos
que proyectan en el otro, y su manera de auto-negarse es por medio de la
violencia, porque ya han dado el paso del miedo al odio y del odio al lado
oscuro de la vida. Pues para ellos el
brillo del arcoíris de la vida se les ha tornado negro y blanco. El miedo en ellos es el camino al lado oscuro
donde el lazarillo es la ira, que se traduce en misoginia, patriarcado,
homofobia, exclusión, racismo, dogmatismo, etc.
Y en mi opinión, quien se deja llevar por el miedo a lo diverso, al
otro, al vulnerado, a la riqueza nutrida de la pluralidad, por temor a la
pérdida del control, entonces con su propia mano termina matando lo que más ama
para sí, su libertad. Cuando el perro
con mal de rabia los ha mordido, es porque el miedo ya los ha atrapado. El cristiano fundamentalista se defiende con
la violencia, porque ya el miedo lo ha hecho su ave de presa.
Pereira,
Colombia
Martes 13 de
Agosto 2013
[1] Reverendo de la Iglesia Colombiana Metodista; teólogo
graduado de la Fundación Universitaria Seminario Bíblico de Colombia;
actualmente adelanta estudios de Licenciatura en Teología con la Universidad
Bíblica Latinoamericana.