Este amor maldito.
Maldita ave negra.
Herida que supura gusanos.
Boca de ternero llena de
moscas,
que es llevado por el río en
el ojo de la creciente.
Este amor doblemente
maldito,
doblemente aprendido,
es el que con ansias nos
comemos en la cama.
Nuestros cuerpos provisorios
se consumen con afán.
Cuerpos desesperados que
mastican la fruta negra de su sexo
y hallan la libertad en sus
pieles con beneplácito sosiego.
Hugo Oquendo-Torres
La noche tiene labios subversivos.
03 de Agosto, 2013