Nutre mi carne para que mi
espíritu florezca.
Roja crece mi sangre, oh
piña de bromelia.
En esta hora parida eleva
una plegaria por mi alma, porque mis carnes ya son santas.
Ya mi cuerpo traspasado ha penetrado
el umbral de la Venus del Espejo para
chuparle la mano pálida a Yahveh.
Bajo los ojos de la noche
que vela, no ansío que mi fuego sea consumido por los gusanos del Seol ni por
el polvo del Hades.
Con tu mano esconde mi
hálito débil, porque mi vientre ya ha vencido el suplicio.
Es nuestro sexo la fruta
prohibida que hemos comido desnuda, y por ello otrora fuimos desterrados de
nuestro cuerpo llamado Edén.
Pero ahora nuevamente hemos
retornado a nuestro paraíso escondido bajo el río de nuestros huesos, porque la
roja fruta está madura y nuestros cuerpos arden de piel.
Hugo Oquendo-Torres
La noche tiene labios subversivos
21 de Junio, 2013