Para
preparar un plato de sopa como mi madre, la-madre.
Primero
pongo a bailar un zapato y espero a que mis pocillos toquen violín para que la
cuchara acompañe al zapato en su danza victoriana.
El
calcetín celoso frunce su ceño.
Suenan
las cacerolas del teatro, la economía y la política mundial preparan su circo,
y se alistan los champiñones.
Saco
de la nevera, del cuarto del perdón aplazado, el retrato congelado de mi padre,
le
hago un baño de María.
Nostalgia
que muerde mi pie en la distancia.
Arde
el fogón en fuego azul.
El
agua está hirviendo.
Uno
a uno rebano los labios de la papa.
Luego
le agrego sal, sazón y un chile rojo.
Tomo
un recuerdo de mi madre y lo pico en rodajas para la sopa.
Luego
trituro una pizca de su sonrisa en el mortero para así mezclarla con el ajo.
También
le agrego un poco de son cubano, cebollas rojas y los consejos de ella.
Del
cilantro verde que hay en la huerta lo lavo y le echo un poquito con pimienta y
el brillo de los ojos de mi abuela.
Que
idealista es esta sopa condimentada en la cárcel de cacerolas en cocción.
Para
preparar una sopa como mi madre, debo entender que ella, mujer libre, desde la
cocina ha sido esclava.
Hugo Oquendo-Torres
Poética de lo
simple
24 de Enero 2013