lunes, abril 08, 2013

Los dogmas y las doctrinas religiosas no son verdades epifánicas sino construcciones humanas.


“Toda teología es un discurso acerca de Dios y, por consiguiente, 
caracterizado por la transitoriedad de la propia historia de las culturas 
y sociedades”
-Genilma Boehler-

Nuestros dogmas y doctrinas son productos de construcciones teológicas, las cuales hemos asentido colectivamente como verdades comunes, epifanías de nuestras racionalidades aprobadas por una colectividad; no obstante dichas posturas doctrinales más allá de todo no dejan de ser constructos humanos que se pasean entre luces y sombras.  Es por esta causa que me atrevo a afirmar, que no es la deidad o las deidades en sí las que excluyen a los sujetos sino nuestras construcciones teológicas, que obedeciendo a nuestros imaginarios religiosos, son las que crean los infiernos para todos aquellos que no caben en nuestros paraísos doctrinales.  Es decir, para ser más preciso, la Vida, que muchos solemos llamar Dios, no es la que excluye sino nosotros con nuestras teologías inhumanas, las cuales reservamos exclusivamente para aquellos que no hacen parte de nuestro círculo social.

     ¿Qué hacer entonces con nuestras doctrinas teológicas?  Desde mi perspectiva, opino que a ellas hay que nutrirlas con humanidad, temporalidad y pluralidad, entre otros aspectos; puesto que con frecuencia nuestras doctrinas teológicas obedecen más a intereses egoístas que representan una jerarquía social, la cual dista de todo un revestimiento humano y terrenal; y fundamentalmente son contrarias a las praxis de Jesús.  Vale la pena decir con respecto a nuestras doctrinas teológicas, que son más las apologías que construimos acerca de universos míticos y etéreos que reprimen, enajenan y excluyen al ser de las realidades sociales, que las que proponemos como instrumentos de liberación e inclusión.  A nuestros imaginarios de Dios y a nuestras doctrinas hay que conllevarlos a que se encarnen con el sentido de humanidad, la cual es diversa. 

     Con respecto a la temporalidad, basta decir que mayormente con nuestras doctrinas se legitiman posturas tan medievales, tales como: el hecho de creer que sólo desde nuestro dogma se da la salvación/liberación, afirmando de implícito la viaja tesis latina, tan masticada pero tan presente: extra ecclesiam nulla salus (Fuera de la iglesia (dogma) no hay salvación).  O también está presente la idea absurda de afirmar que la pobreza es una virtud, ocultando que ella es el producto de las injusticias estructurales.  Y en la misma línea anacrónica está el hecho de sostener todavía que al reino de Dios no entrarán personas que expresen una orientación sexual desde la diversidad.  Estos dogmas no son más que periódicos de ayer, de lo cual deseo que conozcan el resto de la canción. 

     En cuanto a la pluralidad que le hace falta a nuestras doctrinas teológicas, es necesario señalar que, por lo general, cometemos el error de creer y hasta de llegar a sostener ideas tan descabelladas a partir de una unilateralidad epistemológica, como si el ser humano y toda forma de vida tuviera una sola voz, como si la vida fuera unívoca.  Por ello es imprescindible aseverar que nuestro grave error y horror es que los meta-relatos los contamos como si una sola fuera la historia; que con frecuencia es la historia del vencedor la que se nos narra e impone, al estilo egipcio, y no las historias de las minorías que habitan las periferias sociales, las cuales son las voces de los vencidos. 

     A modo de conclusión, podemos asegurar que uno de nuestros deberes como teólogas y teólogos es el de fomentar la inclusión y la pluralidad en el pensamiento religioso, para que así no sea uno el paraíso nuestro sino varios y diversos como nuestras realidades humanas.  Y que si ha de ser uno el cielo, entonces que nuestras construcciones teológicas inviten a que todas y todos optemos por diversos infiernos para que Dios y nuestras doctrinas ardan encarnadamente con nosotros en nuestros paraísos que otros dogmáticamente se atreverán a llamar infierno, pero no importa puesto que allí estaremos en paz contando nuestras historias con nuestras voces.  Porque los dogmas y las doctrinas no son verdades epifánicas sino constructos humanos abiertos a la provisionalidad. 


Hugo Oquendo-Torres
06 de Abril, 2013