“Toda teología es un discurso
acerca de Dios y, por consiguiente,
caracterizado por la transitoriedad de la propia historia de las culturas
y sociedades”
caracterizado por la transitoriedad de la propia historia de las culturas
y sociedades”
-Genilma
Boehler-
Nuestros dogmas y doctrinas son productos
de construcciones teológicas, las cuales hemos asentido colectivamente como
verdades comunes, epifanías de nuestras racionalidades aprobadas por una
colectividad; no obstante dichas posturas doctrinales más allá de todo no dejan
de ser constructos humanos que se pasean entre luces y sombras. Es por esta causa que me atrevo a afirmar,
que no es la deidad o las deidades en sí las que excluyen a los sujetos sino
nuestras construcciones teológicas, que obedeciendo a nuestros imaginarios
religiosos, son las que crean los infiernos para todos aquellos que no caben en
nuestros paraísos doctrinales. Es decir,
para ser más preciso, la Vida, que muchos solemos llamar Dios, no es la que
excluye sino nosotros con nuestras teologías inhumanas, las cuales reservamos
exclusivamente para aquellos que no hacen parte de nuestro círculo social.
¿Qué hacer entonces con nuestras doctrinas teológicas? Desde mi perspectiva, opino que a ellas hay
que nutrirlas con humanidad, temporalidad y pluralidad, entre otros aspectos; puesto que con frecuencia nuestras doctrinas teológicas obedecen más a
intereses egoístas que representan una jerarquía social, la cual dista de todo
un revestimiento humano y terrenal; y fundamentalmente son contrarias a las
praxis de Jesús. Vale la pena decir con
respecto a nuestras doctrinas teológicas, que son más las apologías que
construimos acerca de universos míticos y etéreos que reprimen, enajenan y
excluyen al ser de las realidades sociales, que las que proponemos como
instrumentos de liberación e inclusión. A nuestros imaginarios de Dios y a nuestras doctrinas hay que conllevarlos
a que se encarnen con el sentido de humanidad, la cual es diversa.
Con respecto a la temporalidad, basta decir que mayormente con nuestras
doctrinas se legitiman posturas tan medievales, tales como: el hecho de creer
que sólo desde nuestro dogma se da la salvación/liberación, afirmando de
implícito la viaja tesis latina, tan masticada pero tan presente: extra ecclesiam nulla salus (Fuera de la
iglesia (dogma) no hay salvación). O también está presente la idea absurda de
afirmar que la pobreza es una virtud, ocultando que ella es el producto de las
injusticias estructurales. Y en la misma
línea anacrónica está el hecho de sostener todavía que al reino de Dios no
entrarán personas que expresen una orientación sexual desde la diversidad. Estos dogmas no son más que periódicos de
ayer, de lo cual deseo que conozcan el resto de la canción.
En cuanto a la pluralidad que le hace falta a nuestras doctrinas
teológicas, es necesario señalar que, por lo general, cometemos el error de
creer y hasta de llegar a sostener ideas tan descabelladas a partir de una
unilateralidad epistemológica, como si el ser humano y toda forma de vida
tuviera una sola voz, como si la vida fuera unívoca. Por ello es imprescindible aseverar que
nuestro grave error y horror es que los meta-relatos los contamos como si una
sola fuera la historia; que con frecuencia es la historia del vencedor la que
se nos narra e impone, al estilo egipcio, y no las historias de las minorías
que habitan las periferias sociales, las cuales son las voces de los
vencidos.
A modo de conclusión, podemos asegurar que uno de nuestros deberes como
teólogas y teólogos es el de fomentar la inclusión y la pluralidad en el
pensamiento religioso, para que así no sea uno el paraíso nuestro sino varios y
diversos como nuestras realidades humanas.
Y que si ha de ser uno el cielo, entonces que nuestras construcciones
teológicas inviten a que todas y todos optemos por diversos infiernos para que
Dios y nuestras doctrinas ardan encarnadamente con nosotros en nuestros
paraísos que otros dogmáticamente se atreverán a llamar infierno, pero no
importa puesto que allí estaremos en paz contando nuestras historias con
nuestras voces. Porque los dogmas y las
doctrinas no son verdades epifánicas sino constructos humanos abiertos a la
provisionalidad.
Hugo Oquendo-Torres
06 de Abril, 2013