Más
allá de la frontera de tu voz, por sobre los muros de la lejanía de tus besos.
En
el abandono eterno de tus recuerdos, despilfarrados sobre la tierra húmeda,
esparcidos como semillas de verano, se coagula el pasado nostálgico de la
memoria; que como
espada de plata se envejece sobre
la tumba de los dioses.
En
el exilio de tu piel.
Cerca
al no-lugar que se entreteje en tu
caminar desnudo, las ranas carmesí se cuelan por
entre las bromelias.
En
el patio de tu ombligo ha crecido un sauce que desparrama sus hojas secas,
dejando en
el piso pequeños barquillos para
las almas perdidas que cruzarán la laguna Estigia.
Tu
boca mojada puesta sobre un bodegón.
Tu
boca árida apostada a un costado del sol, extinguiendo el fuego de mis manos
frugales,
abriéndole camino a los demonios
peregrinos, musitándole poesías a la lluvia tardía.
En
el desarraigo de tu cintura, mi lengua cercenada de tus lunares marrones, lame
la
herida que ha dejado la puesta del
sol sobre el tejado.
Hoy
tus recuerdos expatriados alimentan a los más empobrecidos de la noche.
Es
un pedazo de pan.
Es
la leche.
Es
el trigo.
Es
un bocado de derrota.
En
ellos bebí el eclipse de tu adiós, me revestí con la piel del silencio y mis sueños
como
versos en desbandada traspasaron el
horizonte.
En
el exilio de tu piel, me hice un caminante de tu silueta desnuda.
Hugo Oquendo-Torres
Poética del
cuerpo desnudo
17 de Julio, 2011