Tengo
tu bufanda y un beso gigante con sabor a fruta.
Ese que he soñado cada noche cuando mi canoa navega solitaria sobre la
piel de la ciénaga nocturna. Los mangles
en la orilla junto a los caracoles dorados, son testigos mudos de este sueño
claro azul.
La
armónica entona la noche tatuada de estrellas y cantos fugaces, mientras
chispea la fogata en brasas. Aun cuando
el límpido cielo sobre la sonrisa de nuestro mar se haya tornado gris, este
sueño permanecerá leal en la rivera de este verso desprovisto de letras.
Tengo
tu bufanda tejida en lana, también tengo cientos de semillas de árboles en mi
mano para que sembremos un bosque en tu ensueño. Tengo una canción envuelta en mi mano. Te he recolectado atardeceres florecidos, las
veces que he recorrido con los pies desnudos los caminos de mis poemas, para
que se pongan como un jardín en tu cabellera silvestre.
En
una botella naranja he depositado el canto de un zorzal.
Esperanza
y miel.
Tomillo
y canela.
Voy
a robarte un beso cuando rías para que el mar llueva en mi pecho y borre las
huellas en la playa que ha dejado la soledad.
Cuando
caiga la lluvia, milagro de río, agua dulce, trueno de tambor, canto de palenque
entonado en mi puerta, me abrigaré con tu bufanda.
Este
beso caliente servido con manzanilla, te espera en la mesita de la aurora.
Sos
un día libre en una tarde de sol.
Mantel
con panecillos y café a las tres de la tarde, cuando cruza el tren de los
sueños en mi voz.
Tu
pie descalzo sobre la grama risueña, gime.
Con
nuestras cabezas adosadas en el pasto, mirando fijamente hacia el hondo cielo,
acuarela que se escurre ante nuestros rostros, rozaremos las yemas de nuestros
dedos.
Las
hojas de yarumo flotan sobre el lento cauce, aves resecas del verano que beben
agua de noviembre.
Tengo
tu bufanda y una canción envuelta en mi mano.
Hugo Oquendo-Torres
Poética de lo
simple
25 de Diciembre, 2012