miércoles, diciembre 26, 2012

Suicidio a la hora del café.



Cuando la soledad es un cáncer que sabe a hierro en nuestra boca,
es la muerte el camino; pero cuando se viste la vida con color rojo
y se escapa ese diminuto rayo de luz por entre las rendijas de nuestros cuerpos,
ni un segundo pierdas en dudarlo, déjate seducir por ella.


No sé hasta el momento para qué escribo tanta mierda
si todas las raíces de los árboles han de padecer la sed que arropo en mi garganta árida.
Para qué ponerle color a la metáfora, si ésta ha sido violada y de su hemorragia no ha de salvarse.
Por qué hablar de la fruta prohibida cuando está roja,
de las pieles mojadas,
del cabello lacio del otoño,
cuando ya todo es un remedo estéril.
Las semillas de los bosques frívolos han sido incineradas.
Mis tripas las he vaciado, allí en el papel ha quedado la podredumbre.
Cuál es la razón de escribirle a las ciudades rotas si mi canto del cuerpo ha fenecido.
Ínfulas de una paz quebrantada que el río ciego ha infectado, en el instante que la bilis se apodera de mi boca llagada.
El mar de los viernes en la tarde se ha intoxicado en su lejanía, ya sólo se escuchan rechinar sus viejos pliegues en el muelle abandonado.
Ahora las ratas grises son el decoro de esta masa de carne y huesos desgarrados.
La sangre seca ha quedado desperdigada en las paredes.
Seré yo el poeta suicida que le garrapateará letras a los rincones huérfanos y
a los soles enmohecidos.
En el hedor del ocaso mi lápiz ahora es una fría cuchilla que hiere la planta de los pies.
Todas estas letras supuran este envenenado vicio, siendo las viejas monedas de bronce puestas en mi frente.
Si es triste este poema es porque la vida ha sido preñada por ello.
Si es sombra este verano, es porque una melodía ha muerto y los del frente
no han sabido leer mi melancolía diurna.
Este quizá será el verso más tenue que no tendrá amparo, porque las flores y toda la primavera mueca se suicidarán en su letargo mientras este poeta muerde el polvo.
Cambio este verso maldito por una taza de café y el calor de unos labios que me lleven al infierno de tu mirada insomne.


Hugo Oquendo-Torres
Sombra de un verano
27 de Noviembre, 2012