miércoles, diciembre 26, 2012

No absolución


Si por mi pagana poesía abrazaré las alas del infierno,
entonces acepto a Jesús, compañero de mi patíbulo,
caminante de este hades,
otro hereje condenado más,
víctima del dogma de la verdad.
Aquellxs imperdonables que le hemos hecho una abertura a la historia,
profanando el lugar santísimo hasta hacer del infierno nuestra libre morada y del cielo un estado de tedio,
por nuestros cuerpos hemos alcanzado la desvestida eternidad.
No quiero la absolución que me cierre los ojos ante las hojas verdes de un árbol excitado que insemina la tierra.
Tampoco deseo dejar de sumergirme en los labios menores del mar.
Mucho menos quiero negarme a la lluvia de Mayo que se escurre entre las piernas mojadas del tiempo.
Prefiero el pecado y el infierno, que esta carne humana arda, a la condenación del tedio en el paraíso. 
Imperdonables todas y todos, haced hogueras con los libros de la verdad.
Rasguñar las paredes del fuego es ahora dejar que el cuerpo sienta con hondo placer el sol de las tres de la tarde en la piel,
es manosear con mis dedos mojados la salobridad en el aíre.
Santo placer, esta poesía tersa que se mece, leve, en mi mano.
Este desnudo poema será una blasfemia,
boca abierta al fuego y al azufre
para aquel ser revestido de dogma,
pero es mi liberación, tan humana como sagrada, esta pequeña grieta que le he hecho al reino celestial.










Hugo Oquendo-Torres
Sombra de un verano
08 de Diciembre, 2012