Sofía
de mis amores noctámbulos, que entre las cortinas y los boleros de mis sueños se
mece ante mis ojos, lávame con tus efluvios vaginales, lluéveme con tu sudor en
la explanada de mis ropas y sacude este invierno de mi alcoba.
Haz
arder la hoguera en mis palabras.
Cultiva
retoños de tu boca en mi costado que está rasguñado por el frío viento.
Ya
su canto de atardecer ha sido acallado.
Libérame
con tu entrepierna florecida, porque me ahogo en este desierto febril.
Soy
yo, el amante preso de tus estrías y tus senos caídos, el que exclama tu mano
sobre mi espalda machacada.
Recórreme
con tu dentadura vulgar.
Yo
he sido deshabitado de mi cuerpo, solitario él mendiga una moneda en las
esquinas de las plazas.
Puta,
zorra, vagabunda, copera, que importa mujer acuarela,
mujer
vino,
mujer
poesía.
Tú
y aun tus uñas fucsias se aúnan en mi agonía de esta noche degollada.
Sos
mujer desnuda que con un paraguas rojo en la tarde plomiza, ruboriza la moral
desdoblada.
Tu
cuerpo humanizado destila por el pecho de Dios.
Yo
el poeta, navegante infame de tu boca agria.
Te
busco perdida en mis sueños.
Te
busco volando en el cielo recién parido.
Te
busco entre los retazos que de ti conservo.
Te
busco en los recuerdos de ti que se han impreso entrelíneas en los periódicos
viejos.
En
los burdeles busco el color de tu voz, queriendo hallar una hierofanía.
Si
no creyera en el delirio.
Si
no fueran tus senos mi fe, entonces no creería en la vida nueva, sombra mía de
esta soledad mueca.
Sofía
de mi agonía anacrónica.
Creo
en la religión que se construye en todo tu cuerpo.
Tú
que estás en cada una de las mujeres con las que he abrazado mi espíritu
agitado.
Es
tu silueta un collage esparcido por la piel de cada una de ellas que me han
compartido su fuego, no dejándome solo en este mar que se hace cada día más
anciano.
El
dolor de tu ausencia hiere mis huesos, talla mi rostro contra las rocas del
camino que he emprendido bajo la lluvia de Octubre.
Mes
maldito en mi calendario de la eterna memoria que revuelve mis tripas.
Tequila
doble para esta rancia pena.
Un
poeta en un rincón de un café, en cualquier lugar del mundo, se revuelca entre
las sábanas de su poesía.
Salado
es el océano en su herida abierta.
Que
arda toda la sociedad y se calcinen todos los formatos, porque con tu orgasmo Dios
ha sido resucitado.
Hugo Oquendo-Torres
Poética del
cuerpo desnudo.
13 de Octubre, 2012