Hoy
en la tarde de sol, cuando los peces acuarela revoloteaban por entre los
eucaliptos, conocí a un anciano que siembra maíz los Viernes Santos, porque
está seguro que la tierra pare mazorcas hinchadas.
–Su
boca se hace aguadulce-
Con
el chócolo biche prepara la colada para alimentar a su nieta Saray.
Acaricia
el suelo con sus manos anchas, excitándolo bajo las nubes de mediodía que toman
formas de vacas y terneritos.
Mientras
el sol le estalla en su espalda y sazona su frente, con sus dedos gruesos le
hace hoyos a la tierra, arrojando en ellos semillas de luna y utopía.
El
susurro de su voz longeva se mezcla entres las bromelias y los cartuchos que
están en las orillas de mis poemas.
Su
perro azul chapotea entre los espejos de agua de mis versos.
El
Viernes Santo mientras Cristo es crucificado y de las nubes se caen pétalos de
cielo, don Héctor cultiva su maíz de universo.
Júpiter,
Neptuno y Saturno un viernes de Semana Santa brotaron de su puño.
De
su barba brotan margaritas y una que otra mota de algodón se escapa de sus
orejas.
En
mis clases don Héctor aprendió a saborear el dulce de la lectura, y ahora
recorre por sí solo las palabras, disfrutando de caminar descalzo por sobre las
hojas secas de su cafetal.
Hugo Oquendo-Torres
Poética de lo
simple
03 de Abril, 2012