Y
así
con
el silencio me despides,
con
un puñado de nada.
De
súbito
cierras
las alas del libro.
A
garganta seca no más.
Cerrojo
de los árboles,
tu
boca nocturna.
Con
tu indiferencia temblorosa,
siendo
la neblina tu rostro,
guardas
para sí tus secretos,
clausurando
los
espacios de tu cuerpo.
Sin
importarte dejar huérfano a mi cuerpo
de
la lluvia de tu voz.
Como
un aro, un simple adiós.
Un
adiós expatriado del brillo de tus hombros.
Así
no más
dejando
desangrar las letras.
Pero
me dejas todo de ti,
me
dejas el silencio.
Hugo Oquendo-Torres
Sombra de un
verano
05 Noviembre 2013