miércoles, mayo 01, 2013

El suicidio del escritor


“La vida es un sueño, el despertar es lo que nos mata”.
Virginia Woolf"

1

¿Quién soy? Soy esto que lees, este sujeto que se desparrama entrelíneas y que sus dedos no tienen rumbo.  Soy el escritor intimista que consumes con tus ojos al frente de este frío papel de loza yerta.  Soy aquí, soy allá, soy en el pasado, soy en el presente, soy el viento; y aun ante tus lentes, soy el cadáver de un recuerdo mudo que se suicidó a la hora del café cuando más plena era su felicidad.  Cada letra garrapateada en el blanco muro es un segundo de mi vida que aspiré como un viejo habano.  Si me preguntas ahora que dónde está plantada la angustia de este remoto escritor.  Aquel que no posee ni un solo abrazo en su bolsillo anticuado.  Aquel que hasta la hora de su muerte no figuraba en los cánones de las polvorosas bibliotecas.  Entonces te responderé con aquella puerta al Olimpo, el silencio; porque la angustia está enterrada en la raíz de la tarde cuando el sol es decapitado en el horizonte, ya que la nostalgia del adiós le hiede a cartón remojado por la lluvia del otrora.  ¿Qué mayor suicidio que el estar vivo?  Soy veneno, soy la podredumbre que se plasma en letras.  Soy aquel que siempre ha pretendido empujar la noche para que se encarne un nuevo día.  Pero hoy percibo en mis últimas palabras, que he llegado a un camino con doble partida donde al borde, en las alambradas de esta destapada carretera, se bifurcan dos ideas: Se asume la historia con una postura insurrecta o se opta por el suicidio así uno esté habitando un cuerpo prestado.


2
A veces afirmo que creo en la razón, como si aferrara mis huesos rancios sobre una tabla en la vastedad nocturna de la mar, pero no dudo de que ella padezca sus propias contradicciones cuando la vida la desafía en la simpleza.  Un trazo leve de pincel sobre la piel musitada.  La razón y la lógica no tienen la última sentencia cuando el ser decide hacerse sombra, puesto que todo argumento que se cierna allí queda untado de moscas, pero hasta la muerte es más simple y sólida que mil apologías de invierno, puesto que sin razón nuestra existencia es vaciada de su rostro.  Las personas vivimos en innumerables contradicciones, una de ellas es que el ser humano evolucionó de su ser primitivo para avanzar cimentado en la razón, la ciencia y la tecnología hasta llegar al positivismo existencial, pretendiendo hallar la plenitud de la vida, pero cuando él llegó al cenit de su historia en efecto re-descubrió que el pleno equilibrio está cuando uno se encuentra en armonía con todas las formas de vida, cuando se vive una vida primitiva y profunda con las cosas que habitamos y que nos habitan.  Hoy por ello deseo convertir una roca en pregunta, como lo ha hecho el poeta con las cuerdas de su voz y con los harapos que ha heredado como piel.  Hoy vida mía, y tú lector que consumes mi sangre, en un beso sabrán el océano que aguardado en mi silencio.


3
Suena el piano, cada martilleo de los dedos del artista detona una nota sobre el aire benévolo, como benévola es esta carta sumergida en la pecera que con su tinta envenena a los peces del tiempo.  Hay noches donde el azul del cielo se confunde con el océano, donde la poesía se transcruza con la sangre fresca del cuento libre y las venas abiertas de la ira de esta alma incomprendida.  En ocasiones las miradas quedan suspendidas entre los recuerdos que evoca el silencio plomizo, nubes preñadas de río, porque los manantiales se escurren en el oleaje del pasado como si mordiéramos el pretérito que ha madurado en la transición de la tarde.  También hay noches donde la luna se trasviste de sol, difuminando los colores cálidos con su caricia.  El loco de la barba roja pinta los túmulos en el firmamento y los transforma en playas desnudas.  Girasoles, ojo de agua, pincelada volátil, línea difusa, amarillo uno, lirios en primavera; en el lienzo chapotean las estrellas intentando atrapar sus propios destellos.  Es allí donde este lobo estepario, encarcelado en su escritorio y condenado al suplicio del café de la tarde, busca el alma en la poesía, porque en ella intento verme.  Ella tan confusa pero a veces tan serena.  Quizá fui el muerto hace un año, que ahora nuevamente vuelve a fenecer en sus versos.  Estas últimas palabras diáfanas son mi presidio.


4
Tú María Sofía y tú Juan José, como epifanías que me develan un futuro que no ha echado raíces; sabrán leerme porque mi espíritu de fuego se los he abierto aún antes de que ustedes nacieran, pues con ustedes volví a nacer y mi fuego no se ha extinto.  Les pido perdón por haber tomado esta decisión, para nada egoísta sino plenamente íntima.  Tan mía como mis manos.  Tan mía como el vacío.  Tan mía como la nada.  Ya la tierra mojada pesa sobre mi frente, poco a poco mis tejidos se descomponen, el brillo de mis ojos se ha empañado, el frío me abraza pero todavía mi poesía me hace eterno.  Hijos, los poetas no morimos, puesto que resistimos desde la trinchera de los versos.  Nunca morirá jamás un poeta, porque desnudos cabalgamos sobre el tiempo.  Con el hervor de los versos emancipados me encarno en la historia, puesto que me hago perpetuo en cada marcha de mi poesía.  Ustedes bien saben que en nuestras letras transcurrimos con el juramento eterno de la memoria, y como aves de fénix renacemos de las cenizas de los libros viejos.  Hijos hoy creo que la vida desde adentro me abre como una rosa con sus pétalos abiertos.  Mi manicomio son estas palabras escritas que escarbo entre el suelo, puesto que convulso es mi suicidio, sin embargo limpia está mi alma ante el hierro del pincel. 


5
El molino de agua gira entorno a mis pupilas.  Vacío toda la podredumbre que me encona.  Fértil serán estas palabras de semilla negra, pues cuando muera la tarde florecerán los girasoles dormidos en el lóbulo de mi oreja.  Campos de trigo, lienzo, cuervos, óleo amarillo, noche, roja furia, mar tempestivo, hoy he captado el cielo embravecido bajo la noche estrellada.  Esta grieta llamada silencio ha abierto mi boca.  Flexible bambú, pincelada volátil, mar febril, frenética estancia, oreja devanada, navaja ensangrentada, cuchilla, azul celeste, sur profundo, lirios, piedras de río, gotas de agua, casa amarilla, atardecer sobre el campanario, vuelo versátil de la gaviota, viento que acaricia con levedad las hojas de los árboles.  Lloro con mi muerte y con la tuya, porque sangra el pincel que como la hoz traza las líneas de este boceto humanado, dejando en la desesperación a los árboles de los campos tristes que como manos se levantan débiles.  Se erigen vertiginosas las manchas del color, gráciles saltan las letras.  Las estrellas menstrúan.  Hoy en mi pecho anida un sueño, el corazón enjaulado trina, escarlata es su melodía.  Hoy canta la simpleza que transforma la jaula en pájaro.  Hoy con la poesía construyo un albergue en las bocas del infierno, porque ella es mi paraíso del que soy el eterno dueño y las llaves las guardo en mis ojos.  Mi poesía es la vida que el viento mece.


6
Con la muerte encuentro todo bello, hasta las moscas que pululan en las cuencas de mis ojos, porque con ella puedo ver que todo está vestido de amarillo uno.  ¿Tú lector por qué piensas el suicidio como algo sombrío, desprovisto de humanidad?  ¿Acaso lo negro es sinónimo de maldad?  ¿Piensas que porque el cuerpo se pone frío el alma pierde su calor?  ¿Qué tiene que ver lo negro con la muerte?  ¿No te parece que en ocasiones no es más libertaria la muerte?  Por ello creo que la muerte no posee vestimentas negras ni mucho menos carga una hoz, sino que se viste de amarillo y en su mano empuña un pincel, y cuando ella nos convierte en su obra entonces nos quita las ropas.  La muerte adquiere el sentido que cada uno le quiere imprimir, y yo soy poeta que pinta con las palabras.  Sé que pocos van a poder lidiar con serenidad ante la decisión mía de haber optado por el suicidio, pues no lo entenderán como una manera íntima que elegí para mi propio fin.  Pero sí espero que ellos se reconcilien consigo mismos para que pongan sus corazones en tregua, puesto que el mío ya la tuvo.  No niego que tal vez esta sea la forma de racionalizar este acto egoísta ¿pero qué decisión está exenta de este recorte?  Si bien tampoco niego la posibilidad de que mi pensamiento sea hijo de la razón, puesto que por medio de ella intento darme una paz o llanamente darle sentido a lo que aparentemente no lo posee, vale la pena decir que toda filosofía pasa por la piel. 


7
Bucólica, así está la tarde cuando compongo mi epitafio.  Pero miro tras la ventana y en medio del parco verde del cafetal se levanta insurrecto un guayacán amarillo.  Y como si lucharan entre los nubarrones, se filtran algunas agujas de luz.  En este instante como perros me muerden los recuerdos, que como tira de filminas los focalizan mis ojos cansados.  Quisiera tocarlos.  Quisiera frotar el tiempo ausente de aquel momento cuando al frente de la iglesia solía comer cientos de golosinas en el parque.  Anhelo volver a sentir en mi lengua seca el sabor rosado del dulce de algodón.  Deseo volver a sentir la brisa pasar por mi piel de océano ciego.  El oro del sol estalla.  La tarde se hace amiga.  Colores fríos.  Vuelo liviano.  Me dejo caer en el sueño de Yann Tiersen.  El arco de su violín pasa por mi garganta.  Ya han pasado varias horas y no me había percatado de ello.  El café que hierve impregna toda la tarde.  Este instante de vuelo lo corto de súbito, para tomar de mi escritorio la novela de Dante Alighieri, La Divina Comedia, y me pregunto quién habrá sido más cruel, si Dante en condenar a sus personajes por placer o en los lectores del medioevo al creer que el infierno era una verdad; pero también me pregunto con respecto a  mi suicidio, en qué círculo del infierno dantesco me encontraré.  Sólo espero no ser condenado al juicio eterno del olvido, para ser preservado en el inmortal presente, que ha igual que Dante o Yahvé, siguen vivos en la memoria humana y nosotros en la memoria de ellos.


8
Una hoja seca es bamboleada por el viento como si la sedujera con sus roces.  Y en ese preciso instante una mariposa de polilla se cuela en mi espacio; quizá es una teofanía y no le he prestado atención a la señal que alguna deidad desde el Olimpo, el Hades o tal vez la Psique tratan de darme como palabra.  A Hermes le han cosido con una aguja su boca.  Pues las palabras en ocasiones me han sido esquivas.  Muchas veces procuré atraparlas en el hilo delgado de luz del ocaso; hubo inviernos donde en plena lluvia puse un balde para pescar si acaso una; también en ciertos momentos les tendí trampas con el vino y en las noches de sexo las rastreé por los caminos desnudos de una mujer.  No obstante fue en el agua profunda de la soledad, caverna del misterio, donde las palabras me hallaron en un rincón de la aurora, cuando descuartizaba una estrella fugaz con mis deseos, cuando mi locura se hacía cada vez copiosa y mi cercanía a los linderos del averno era más plena.  El suicidio es rebelión y su fruto rojo es libertad.  Sino que lo diga Eva que prefirió la muerte madura en vez de la sosedad de la vida.  A lo lejos escucho el ladrido del cancerbero, pero sé que es de alegría porque con él juego a la búsqueda del palo.  Él me lame la mano cuando lo saludo y lo abrazo fuerte por el pecho. 


9
Yo soy un órgano de la tierra y ella es un órgano mío, y es por esto que a ella retorno sin temor.  La quiero abrazar porque la tierra es la madre de la existencia.  Mi libertad, ausencia del miedo, me basta para darle un beso y entregarle con mis propias manos mi energía, puesto que si bien me ha vencido el tiempo; yo, una figura de papel desdoblada por la lluvia, no le temo ir al encuentro con el origen.  En cierta ocasión, en una tarde de aguacero gris, me imaginé ser una semilla.  Tan pequeña y solitaria, la cual era arropada por la tierra.  Fue un instante de profundidad donde sentí como ella realmente tomaba mi cuerpo y lo hacía suyo.  Cada ser es una hoja del gran árbol cósmico llamado vida, y cuando una de ellas se desmaya, su cuerpo pasa a ser suelo de la memoria y verso que entrega su espíritu al fuego de la poesía.  Mi ser desmayado toca las puertas de su casa.  Hoy me prepararé un café con tus labios tostados, tierra mía, y lo endulzaré con tu sonrisa.  Te doy este poema de madrugada para que te abrigue del frío.  Te doy este poema, así como me doy a ti.  Y este café que te besa en su silencio de frente al sol, que se levanta entre la montaña y mi ventana desnuda, lo bebo caliente de tu boca, tierra mía.  Hoy, especialmente hoy, quiero escribir el verso más bello, cargado de paz, que te invite a que me digas: acá estoy a tu lado con mis maletas y con una sonrisa de mañana.  Cuando ese día llegue, todo el día lloverá y veremos juntos cómo el agua lava los malos recuerdos de nuestros cuerpos y cómo nuestras lágrimas también se entierran con la lluvia en las entrañas del suelo.


10
Pienso en la sociedad y sus moralismos, también en la razón, puesto que ella igualmente ha sido dogmatizada, asimismo porque la razón dogmatizada tiene muchos moralismos; uno de ellos consiste en que todo aquello que desafíe la razón de su marco lógico es patologizado como demencia o subversión.  La razón no siempre tiene la razón, porque lo que es legalmente lógico no necesariamente es racionalmente justo.  Que un pueblo exija sus derechos o que un ser asuma su fin, para la razón dogmática es ilegal; pero en defensa de la dignidad y del placer, considero yo, es precisa toda subversión y llegado el caso hasta la locura de los enamorados.  Yo estoy loco.  Yo he visto lunas de perro que aúllan porque las exasperan las pulgas que poseen como estrellas.  Una incoherencia.  No obstante mi manera más humana de alejarme de la muerte, es pintando con acuarelas mi locura.  A veces pienso que el sistema mismo crea a los pobres y a los locos, no sólo porque requiera engranajes para su maquinaria; sino porque también en su visión maniquea siempre requiere de un fantasma contra quien luchar, puesto que sin un enemigo él no se concibe como una institución que ostenta el poder.  La institucionalidad crea a los pobres y a los lunáticos con un propósito: legitimar su orden a través del azul castigo.


11
Delgada línea de luz.  Los recuerdos retornan a los patios de mi mente.  Pero ahora se viene a mi cabeza el 15 de Mayo del 2007, cuando por primera vez un estudiante se acercó efusivamente a mí para felicitarme por mi oficio de maestro.  Él y su novia luego me compartieron sus sueños en una clase, se atrevieron a exponerse a la burla porque ambos soñaban con ser artistas en medio de un país muerto por el hambre y la bala.  Diez años después a mi puerta llegó una carta donde dos ex-estudiantes me saludaban.  Se trataba de Carlos el músico y Andrea la pintora que me invitaban a su boda, allí me enteré que ambos habían logrado su sueño.  No el de ser músico ni el de pintar sino el de componer una nota mayor a pinceladas de acuarelas.  Lamentablemente no pude viajar a su boda porque estaba muy quebrantado de salud; sin embargo sí fui al primer recital que Carlos llevó a cabo en Montería bajo la sombra de una bonga en el instante que Andrea lo pintaba.  Ellos nunca se dieron por enterados de mi visita.  Años después les escribí una carta en la que les dije: Sé que ambos siguen en el arte, el pintar el cuerpo con música, ya han trazado su camino; yo por mi parte en la literatura y la teología no he desistido, aunque no les niego que ha habido momentos difíciles, puesto que quisiera tirar todo a la basura, porque en ocasiones los ciclos de dolor giran como si fuesen un karma reiterativo.  Pero ahora entiendo que de estas partituras de dolor también está compuesta la existencia, ya que siempre vivimos entre luces y sombras, disfrutando el dulce y el amargo de la vida.  Esa fue mi última nota meses antes de que fueran avisados de mi camino.


12
Si alguna vez dije en la historia de mi vida que la soledad siempre ha estado cerca, ahora esta vez es más real.  Y no me puedo prohibir hablar de ella, porque se ha encallado en mi garganta hiriéndome con sus espuelas.  Ella cada vez se ha hecho más tangible, casi que la puedo palpar.  Trazo una senda que seguirá en la memoria, quizá no sea en la ajena pero sí lo será en la de mi piel.  El recuerdo del parque retorna.  La trampa de arena, el sube y baja, los columpios.  Las palabras de mi madre.  El viento se enarbola en las hojas secas, haciendo remolinos de hojarasca.  La melodía se repite mientras da vueltas la calesita roja.  La música del carrusel deja sobre notar el acordeón del carnaval.  Copiosas se precipitan las notas.  Cierro los ojos con fuerza para verme desde adentro.  La mirada diáfana me refleja.  El oro del sol explota.  Serena se pone mi alma.  Como si volviera al pasado cuando con las yemas de mis dedos me toco a mí mismo.  Niño y adulto, habitantes del mismo cuerpo, con sus manos irrumpen en el tiempo.  Yann Tiersen vuelve con su Le moulin.  Mis lágrimas son más frescas.  La tarde se transforma en moneda perdida, cuando con sus botas los pájaros sobre el campo asustan la noche.  Todo se torna amarillo uno.  La luna de la noche difumina los colores cálidos del día que ha muerto. 


13
Soy el cadáver de un recuerdo mudo que se suicidó a la hora del café cuando más plena era su felicidad.  Vuelvo mi mirada al firmamento.  Estiro mis manos blancas como sardinas.  Aprieto el corazón pálido a mi pecho.  Me hago propietario de mis recuerdos desvencijados.  La rueda de la bicicleta vuelve a girar.  La calesita roja me sonríe.  Yann Tiersen me regala su último adiós con La dispute, “De todos modos, puedo probar cualquier cosa que es el mismo círculo que lleva a ninguna parte”.  Ausencia, ausencia, ausencia.  Estoy cansado.  Nada más que silencio a mi alrededor.  La vida discurre entre el desagüe.  Vagabundo poeta que lleva en su puño la derrota vestida de amarillo.  ¿Oh inocente cuándo dormirás?  Un disparo cálido interrumpe la tarde mientras es firmada la última obra.  Soy una semilla que está en su nido incubado bajo el suelo.  Soy un sueño fecundado en las raíces.  Soy germen, soy piel.  Soy el espíritu de los ancestros que ahora camina la palabra en la savia de las plantas.  Mi ser fundido en la naturaleza crea todo y crea nada.  Feto que germina en la tierra.  Ahora que es más plena mi felicidad, mi cuerpo acurrucado como un embrión espera brotar con la lluvia tardía que viene de los pies desnudos de las frías montañas.  ¿Cuál es el propósito de mis últimas notas?  Es llevarte a sentir ese disparo caliente que te perfora el estómago, mientras espanto los cuervos sobre el campo de trigo. 












Hugo Oquendo-Torres
05 de febrero, 2013