“La vida es un sueño, el
despertar es lo que nos mata”.
Virginia Woolf"
Virginia Woolf"
1
¿Quién soy? Soy esto que lees, este
sujeto que se desparrama entrelíneas y que sus dedos no tienen rumbo. Soy el escritor intimista que consumes con
tus ojos al frente de este frío papel de loza yerta. Soy aquí, soy allá, soy en el pasado, soy en
el presente, soy el viento; y aun ante tus lentes, soy el cadáver de un
recuerdo mudo que se suicidó a la hora del café cuando más plena era su
felicidad. Cada letra garrapateada en el
blanco muro es un segundo de mi vida que aspiré como un viejo habano. Si me preguntas ahora que dónde está plantada
la angustia de este remoto escritor.
Aquel que no posee ni un solo abrazo en su bolsillo anticuado. Aquel que hasta la hora de su muerte no
figuraba en los cánones de las polvorosas bibliotecas. Entonces te responderé con aquella puerta al
Olimpo, el silencio; porque la angustia está enterrada en la raíz de la tarde
cuando el sol es decapitado en el horizonte, ya que la nostalgia del adiós le hiede
a cartón remojado por la lluvia del otrora. ¿Qué mayor suicidio que el estar vivo? Soy veneno, soy la podredumbre que se plasma en letras. Soy aquel que siempre ha pretendido empujar
la noche para que se encarne un nuevo día.
Pero hoy percibo en mis últimas palabras, que he llegado a un camino con
doble partida donde al borde, en las alambradas de esta destapada carretera, se
bifurcan dos ideas: Se asume la historia con una postura insurrecta o se opta
por el suicidio así uno esté habitando un cuerpo prestado.
2
A veces afirmo que creo en la razón,
como si aferrara mis huesos rancios sobre una tabla en la vastedad nocturna de
la mar, pero no dudo de que ella padezca sus propias contradicciones cuando la
vida la desafía en la simpleza. Un trazo
leve de pincel sobre la piel musitada. La
razón y la lógica no tienen la última sentencia cuando el ser decide hacerse
sombra, puesto que todo argumento que se cierna allí queda untado de moscas,
pero hasta la muerte es más simple y sólida que mil apologías de invierno,
puesto que sin razón nuestra existencia es vaciada de su rostro. Las personas vivimos en innumerables contradicciones,
una de ellas es que el ser humano evolucionó de su ser primitivo para avanzar
cimentado en la razón, la ciencia y la tecnología hasta llegar al positivismo
existencial, pretendiendo hallar la plenitud de la vida, pero cuando él llegó
al cenit de su historia en efecto re-descubrió que el pleno equilibrio está
cuando uno se encuentra en armonía con todas las formas de vida, cuando se vive
una vida primitiva y profunda con las cosas que habitamos y que nos habitan. Hoy por ello deseo convertir una roca en
pregunta, como lo ha hecho el poeta con las cuerdas de su voz y con los harapos
que ha heredado como piel. Hoy vida mía,
y tú lector que consumes mi sangre, en un beso sabrán el océano que aguardado
en mi silencio.
3
Suena el piano, cada martilleo de los
dedos del artista detona una nota sobre el aire benévolo, como benévola es esta
carta sumergida en la pecera que con su tinta envenena a los peces del
tiempo. Hay noches donde el azul del cielo
se confunde con el océano, donde la poesía se transcruza con la sangre fresca
del cuento libre y las venas abiertas de la ira de esta alma incomprendida. En ocasiones las miradas quedan suspendidas
entre los recuerdos que evoca el silencio plomizo, nubes preñadas de río, porque
los manantiales se escurren en el oleaje del pasado como si mordiéramos el
pretérito que ha madurado en la transición de la tarde. También hay noches donde la luna se trasviste
de sol, difuminando los colores cálidos con su caricia. El loco de la barba roja pinta los túmulos en
el firmamento y los transforma en playas desnudas. Girasoles, ojo de agua, pincelada volátil,
línea difusa, amarillo uno, lirios en primavera; en el lienzo chapotean las
estrellas intentando atrapar sus propios destellos. Es allí donde este lobo estepario, encarcelado
en su escritorio y condenado al suplicio del café de la tarde, busca el alma en
la poesía, porque en ella intento verme.
Ella tan confusa pero a veces tan serena. Quizá fui el muerto hace un año, que ahora
nuevamente vuelve a fenecer en sus versos.
Estas últimas palabras diáfanas son mi presidio.
4
Tú María Sofía y tú Juan José, como
epifanías que me develan un futuro que no ha echado raíces; sabrán leerme
porque mi espíritu de fuego se los he abierto aún antes de que ustedes
nacieran, pues con ustedes volví a nacer y mi fuego no se ha extinto. Les pido perdón por haber tomado esta
decisión, para nada egoísta sino plenamente íntima. Tan mía como mis manos. Tan mía como el vacío. Tan mía como la nada. Ya la tierra mojada pesa sobre mi frente,
poco a poco mis tejidos se descomponen, el brillo de mis ojos se ha empañado,
el frío me abraza pero todavía mi poesía me hace eterno. Hijos, los poetas no morimos, puesto que
resistimos desde la trinchera de los versos.
Nunca morirá jamás un poeta, porque desnudos cabalgamos sobre el
tiempo. Con el hervor de los versos
emancipados me encarno en la historia, puesto que me hago perpetuo en cada
marcha de mi poesía. Ustedes bien saben
que en nuestras letras transcurrimos con el juramento eterno de la memoria, y
como aves de fénix renacemos de las cenizas de los libros viejos. Hijos hoy creo que la vida desde adentro me abre
como una rosa con sus pétalos abiertos.
Mi manicomio son estas palabras escritas que escarbo entre el suelo,
puesto que convulso es mi suicidio, sin embargo limpia está mi alma ante el
hierro del pincel.
5
El molino de agua gira entorno a mis
pupilas. Vacío toda la podredumbre que
me encona. Fértil serán estas palabras
de semilla negra, pues cuando muera la tarde florecerán los girasoles dormidos
en el lóbulo de mi oreja. Campos de trigo,
lienzo, cuervos, óleo amarillo, noche, roja furia, mar tempestivo, hoy he
captado el cielo embravecido bajo la noche estrellada. Esta grieta llamada silencio ha abierto mi
boca. Flexible bambú, pincelada volátil,
mar febril, frenética estancia, oreja devanada, navaja ensangrentada, cuchilla,
azul celeste, sur profundo, lirios, piedras de río, gotas de agua, casa
amarilla, atardecer sobre el campanario, vuelo versátil de la gaviota, viento
que acaricia con levedad las hojas de los árboles. Lloro con mi muerte y con la tuya, porque
sangra el pincel que como la hoz traza las líneas de este boceto humanado,
dejando en la desesperación a los árboles de los campos tristes que como manos
se levantan débiles. Se erigen
vertiginosas las manchas del color, gráciles saltan las letras. Las estrellas menstrúan. Hoy en mi pecho anida un sueño, el corazón
enjaulado trina, escarlata es su melodía.
Hoy canta la simpleza que transforma la jaula en pájaro. Hoy con la poesía construyo un albergue en
las bocas del infierno, porque ella es mi paraíso del que soy el eterno dueño y
las llaves las guardo en mis ojos. Mi
poesía es la vida que el viento mece.
6
Con la muerte encuentro todo bello,
hasta las moscas que pululan en las cuencas de mis ojos, porque con ella puedo
ver que todo está vestido de amarillo uno.
¿Tú lector por qué piensas el suicidio como algo sombrío, desprovisto de
humanidad? ¿Acaso lo negro es sinónimo
de maldad? ¿Piensas que porque el cuerpo
se pone frío el alma pierde su calor?
¿Qué tiene que ver lo negro con la muerte? ¿No te parece que en ocasiones no es más
libertaria la muerte? Por ello creo que
la muerte no posee vestimentas negras ni mucho menos carga una hoz, sino que se
viste de amarillo y en su mano empuña un pincel, y cuando ella nos convierte en
su obra entonces nos quita las ropas. La
muerte adquiere el sentido que cada uno le quiere imprimir, y yo soy poeta que
pinta con las palabras. Sé que pocos van
a poder lidiar con serenidad ante la decisión mía de haber optado por el
suicidio, pues no lo entenderán como una manera íntima que elegí para mi propio
fin. Pero sí espero que ellos se
reconcilien consigo mismos para que pongan sus corazones en tregua, puesto que
el mío ya la tuvo. No niego que tal vez
esta sea la forma de racionalizar este acto egoísta ¿pero qué decisión está
exenta de este recorte? Si bien tampoco
niego la posibilidad de que mi pensamiento sea hijo de la razón, puesto que por
medio de ella intento darme una paz o llanamente darle sentido a lo que aparentemente
no lo posee, vale la pena decir que toda filosofía pasa por la piel.
7
Bucólica, así está la tarde cuando
compongo mi epitafio. Pero miro tras la
ventana y en medio del parco verde del cafetal se levanta insurrecto un
guayacán amarillo. Y como si lucharan
entre los nubarrones, se filtran algunas agujas de luz. En este instante como perros me muerden los
recuerdos, que como tira de filminas los focalizan mis ojos cansados. Quisiera tocarlos. Quisiera frotar el tiempo ausente de aquel
momento cuando al frente de la iglesia solía comer cientos de golosinas en el
parque. Anhelo volver a sentir en mi
lengua seca el sabor rosado del dulce de algodón. Deseo volver a sentir la brisa pasar por mi
piel de océano ciego. El oro del sol
estalla. La tarde se hace amiga. Colores fríos. Vuelo liviano. Me dejo caer en el sueño de Yann
Tiersen. El arco de su violín pasa por
mi garganta. Ya han pasado varias horas
y no me había percatado de ello. El café
que hierve impregna toda la tarde. Este
instante de vuelo lo corto de súbito, para tomar de mi escritorio la novela de
Dante Alighieri, La Divina Comedia, y me pregunto quién habrá sido más cruel,
si Dante en condenar a sus personajes por placer o en los lectores del medioevo
al creer que el infierno era una verdad; pero también me pregunto con respecto
a mi suicidio, en qué círculo del
infierno dantesco me encontraré. Sólo
espero no ser condenado al juicio eterno del olvido, para ser preservado en el
inmortal presente, que ha igual que Dante o Yahvé, siguen vivos en la memoria
humana y nosotros en la memoria de ellos.
8
Una hoja seca es bamboleada por el
viento como si la sedujera con sus roces.
Y en ese preciso instante una mariposa de polilla se cuela en mi espacio;
quizá es una teofanía y no le he prestado atención a la señal que alguna deidad
desde el Olimpo, el Hades o tal vez la Psique tratan de darme como
palabra. A Hermes le han cosido con una
aguja su boca. Pues las palabras en
ocasiones me han sido esquivas. Muchas
veces procuré atraparlas en el hilo delgado de luz del ocaso; hubo inviernos
donde en plena lluvia puse un balde para pescar si acaso una; también en
ciertos momentos les tendí trampas con el vino y en las noches de sexo las
rastreé por los caminos desnudos de una mujer.
No obstante fue en el agua profunda de la soledad, caverna del misterio,
donde las palabras me hallaron en un rincón de la aurora, cuando descuartizaba
una estrella fugaz con mis deseos, cuando mi locura se hacía cada vez copiosa y
mi cercanía a los linderos del averno era más plena. El suicidio es rebelión y su fruto rojo es
libertad. Sino que lo diga Eva que
prefirió la muerte madura en vez de la sosedad de la vida. A lo lejos escucho el ladrido del cancerbero,
pero sé que es de alegría porque con él juego a la búsqueda del palo. Él me lame la mano cuando lo saludo y lo
abrazo fuerte por el pecho.
9
Yo soy un órgano de la tierra y ella es
un órgano mío, y es por esto que a ella retorno sin temor. La quiero abrazar porque la tierra es la
madre de la existencia. Mi libertad,
ausencia del miedo, me basta para darle un beso y entregarle con mis propias
manos mi energía, puesto que si bien me ha vencido el tiempo; yo, una figura de
papel desdoblada por la lluvia, no le temo ir al encuentro con el origen. En cierta ocasión, en una tarde de aguacero
gris, me imaginé ser una semilla. Tan
pequeña y solitaria, la cual era arropada por la tierra. Fue un instante de profundidad donde sentí
como ella realmente tomaba mi cuerpo y lo hacía suyo. Cada ser es una hoja del gran árbol cósmico
llamado vida, y cuando una de ellas se desmaya, su cuerpo pasa a ser suelo de
la memoria y verso que entrega su espíritu al fuego de la poesía. Mi ser desmayado toca las puertas de su
casa. Hoy me prepararé un café con tus
labios tostados, tierra mía, y lo endulzaré con tu sonrisa. Te doy este poema de madrugada para que te
abrigue del frío. Te doy este poema, así
como me doy a ti. Y este café que te
besa en su silencio de frente al sol, que se levanta entre la montaña y mi ventana
desnuda, lo bebo caliente de tu boca, tierra mía. Hoy, especialmente hoy, quiero escribir el
verso más bello, cargado de paz, que te invite a que me digas: acá estoy a tu
lado con mis maletas y con una sonrisa de mañana. Cuando ese día llegue, todo el día lloverá y
veremos juntos cómo el agua lava los malos recuerdos de nuestros cuerpos y cómo
nuestras lágrimas también se entierran con la lluvia en las entrañas del suelo.
10
Pienso en la sociedad y sus moralismos,
también en la razón, puesto que ella igualmente ha sido dogmatizada, asimismo
porque la razón dogmatizada tiene muchos moralismos; uno de ellos consiste en
que todo aquello que desafíe la razón de su marco lógico es patologizado como
demencia o subversión. La razón no
siempre tiene la razón, porque lo que es legalmente lógico no necesariamente es
racionalmente justo. Que un pueblo exija
sus derechos o que un ser asuma su fin, para la razón dogmática es ilegal; pero
en defensa de la dignidad y del placer, considero yo, es precisa toda
subversión y llegado el caso hasta la locura de los enamorados. Yo estoy loco. Yo he visto lunas de perro que aúllan porque
las exasperan las pulgas que poseen como estrellas. Una incoherencia. No obstante mi manera más humana de alejarme
de la muerte, es pintando con acuarelas mi locura. A veces pienso que el sistema mismo crea a
los pobres y a los locos, no sólo porque requiera engranajes para su
maquinaria; sino porque también en su visión maniquea siempre requiere de un
fantasma contra quien luchar, puesto que sin un enemigo él no se concibe como
una institución que ostenta el poder. La
institucionalidad crea a los pobres y a los lunáticos con un propósito:
legitimar su orden a través del azul castigo.
11
Delgada línea de luz. Los recuerdos retornan a los patios de mi
mente. Pero ahora se viene a mi cabeza
el 15 de Mayo del 2007, cuando por primera vez un estudiante se acercó efusivamente
a mí para felicitarme por mi oficio de maestro.
Él y su novia luego me compartieron sus sueños en una clase, se atrevieron
a exponerse a la burla porque ambos soñaban con ser artistas en medio de un
país muerto por el hambre y la bala.
Diez años después a mi puerta llegó una carta donde dos ex-estudiantes
me saludaban. Se trataba de Carlos el
músico y Andrea la pintora que me invitaban a su boda, allí me enteré que ambos
habían logrado su sueño. No el de ser
músico ni el de pintar sino el de componer una nota mayor a pinceladas de
acuarelas. Lamentablemente no pude
viajar a su boda porque estaba muy quebrantado de salud; sin embargo sí fui al
primer recital que Carlos llevó a cabo en Montería bajo la sombra de una bonga
en el instante que Andrea lo pintaba. Ellos
nunca se dieron por enterados de mi visita.
Años después les escribí una carta en la que les dije: Sé que ambos
siguen en el arte, el pintar el cuerpo con música, ya han trazado su camino; yo
por mi parte en la literatura y la teología no he desistido, aunque no les
niego que ha habido momentos difíciles, puesto que quisiera tirar todo a la
basura, porque en ocasiones los ciclos de dolor giran como si fuesen un karma
reiterativo. Pero ahora entiendo que de
estas partituras de dolor también está compuesta la existencia, ya que siempre
vivimos entre luces y sombras, disfrutando el dulce y el amargo de la vida. Esa fue mi última nota meses antes de que
fueran avisados de mi camino.
12
Si alguna vez dije en la historia de mi
vida que la soledad siempre ha estado cerca, ahora esta vez es más real. Y no me puedo prohibir hablar de ella, porque
se ha encallado en mi garganta hiriéndome con sus espuelas. Ella cada vez se ha hecho más tangible, casi
que la puedo palpar. Trazo una senda que
seguirá en la memoria, quizá no sea en la ajena pero sí lo será en la de mi
piel. El recuerdo del parque
retorna. La trampa de arena, el sube y
baja, los columpios. Las palabras de mi
madre. El viento se enarbola en las
hojas secas, haciendo remolinos de hojarasca.
La melodía se repite mientras da vueltas la calesita roja. La música del carrusel deja sobre notar el
acordeón del carnaval. Copiosas se
precipitan las notas. Cierro los ojos
con fuerza para verme desde adentro. La
mirada diáfana me refleja. El oro del
sol explota. Serena se pone mi
alma. Como si volviera al pasado cuando
con las yemas de mis dedos me toco a mí mismo.
Niño y adulto, habitantes del mismo cuerpo, con sus manos irrumpen en el
tiempo. Yann Tiersen vuelve con su Le moulin. Mis lágrimas son más frescas. La tarde se transforma en moneda perdida,
cuando con sus botas los pájaros sobre el campo asustan la noche. Todo se torna amarillo uno. La luna de la noche difumina los colores
cálidos del día que ha muerto.
13
Soy el cadáver de un recuerdo mudo que
se suicidó a la hora del café cuando más plena era su felicidad. Vuelvo mi mirada al firmamento. Estiro mis manos blancas como sardinas. Aprieto el corazón pálido a mi pecho. Me hago propietario de mis recuerdos desvencijados. La rueda de la bicicleta vuelve a girar. La calesita roja me sonríe. Yann Tiersen me regala su último adiós con La dispute, “De todos modos, puedo
probar cualquier cosa que es el mismo círculo que lleva a ninguna parte”. Ausencia, ausencia, ausencia. Estoy cansado. Nada más que silencio a mi alrededor. La vida discurre entre el desagüe. Vagabundo poeta que lleva en su puño la
derrota vestida de amarillo. ¿Oh
inocente cuándo dormirás? Un disparo
cálido interrumpe la tarde mientras es firmada la última obra. Soy una semilla que está en su nido incubado
bajo el suelo. Soy un sueño fecundado en
las raíces. Soy germen, soy piel. Soy el espíritu de los ancestros que ahora
camina la palabra en la savia de las plantas.
Mi ser fundido en la naturaleza crea todo y crea nada. Feto que germina en la tierra. Ahora que es más plena mi felicidad, mi
cuerpo acurrucado como un embrión espera brotar con la lluvia tardía que viene
de los pies desnudos de las frías montañas.
¿Cuál es el propósito de mis últimas notas? Es llevarte a sentir ese disparo caliente que
te perfora el estómago, mientras espanto los cuervos sobre el campo de trigo.
Hugo Oquendo-Torres
05 de febrero, 2013