domingo, septiembre 16, 2012

Y su nombre fue Emilia.


Digamos que su nombre era Emilia.
La reivindicación de Eva y el rompimiento del mito de María.
De ella conocí sus hombros llenos de estrellas.
No puedo negar que sus labios los quise besar, y que también deseé abrazarla cómo cuando se abraza con las tripas y el corazón.
Su mirada altiva me hacía sospechar de su arrojo, de su orgullo, de su feminidad libre.
Sus palabras me hacían humano.
En las tardes de sol se paseaba entre las sombras de las guaduas, aplastando con sus pasos las tostadas hojas tiradas en el suelo. 
Sus ojos aguamarina eran sinceros, por lo menos eso dejó ver siempre que se le miraba desde la distancia.
De ella sólo guardo un recuerdo, es tonto decirlo.
De Emilia conservo su silueta entre el pastizal.
Ella corriendo bajo la lluvia, aspirándose la última bocanada de su cigarrillo.
Me gustaba mucho cuando fumaba y hablaba con soltura.
Emilia hablaba de la política y las mujeres.
Hablaba acerca de la defensa de su cuerpo como territorio que ha sido vulnerado.
Hablaba de la emancipación de la feminidad más allá del imaginario del vientre.
Era un deleite participar de sus disertaciones de mediodía.
Su espalda delgada la quise abrazar hasta romperme cual árbol viejo.
Digamos que eso quise que pasara.
En la tarde, un día antes de su vuelo, nos tomamos unas caipirinhas y llenamos el ocaso de tertulias. 
Sus ojos le brillaron como palabras recién paridas, esa fue una leve sensación que tuve cuando rocé su brazo.
De Emilia preservo el recuerdo de su sonrisa perfumada sobre las hojas de este verso.
En el instante que se iba a marchar yo le quise escribir este poema, pero nunca se lo entregué, porque en su habitación ella estaba empacando su maleta de viaje.
Regresaría a su ciudad y yo a mi pared blanca, mi universo mudo lleno de palabras como su blusa verde.
Su nombre es Emilia, aunque sea un secreto entre ella y yo,
Y la punta de sus senos.



Hugo Oquendo-Torres
Poética del cuerpo desnudo
07 de Agosto, 2011.