Lavandera de río.
Lavandera de piel y
sueños, despercuda mis ilusiones.
Tortúreme con sus
cantos de costa y sonrisa de mar.
Tortúreme con el
brillo de sus senos mojados y el aroma de su piel.
Litúrgica actividad
divina que devela la insurrección del río.
Deje que sus
ensortijados rizos jueguen con el viento y mis manos.
Deje que contemple su
ropa y su cintura mojada.
Lavandera de pueblo
hechíceme con sus pómulos y sus tersas manos.
Láveme con sus manos
blancas por el jabón.
Deje que el compás
del manduco y sus caderas se entretejan en mis ojos, y que los dos lunares de su
mentón sean guías para mi boca.
Castígueme con sus
pies desnudos sobre la arena cristalina.
Amante del forastero puritano
que ansía tus besos emancipados.
Lavandera de pijama
azul deje que las yemas de mis sabuesos dedos rastreen la huella de mí sobre tu
cuerpo canela, y se sacien de tu boca húmeda.
Lavandera de piel y
sueños entone un canto que enmudezca el trinar de las aves y el cacareo de las
gallinas.
Mis poros transpiran
tu nombre.
Cada mañana te
acompaño al río con la batea surtida de ropas y esperanzas, cual frutero
rupestre, para hacerle el amor a los dioses y a escribir poesías de oficios
divinos.
Hugo Oquendo-Torres
Poética del cuerpo desnudo
06 de Julio,
2007